domingo, 4 de junio de 2006

Sobre El cero y el infinito, de Arthur Koestler

GRACIAS A GLORIA

Omitiré datos técnicos sobre el libro. Si alguien quiere saber más información sobre este autor, puede encontrarla en infinidad de sitios. Además, he de admitirlo, no tengo ni idea sobre el autor. Tan sólo sé que me ha encantado esta obra que de él he leído. ¿Por qué? No sabría dar una respuesta adecuada, o tal vez ni una inadecuada, así que me quedaré a medio camino y trataré de dar una respuesta inadecuadamente adecuada o viceversa.
Quiero decir que me ha llamado la atención su título: El cero y el infinito, algo muy llamativo si tenemos en cuenta que su nombre original en inglés era Darkness At Noon. Aquí podríamos entrar a saco en el tema de las traducciones al español de títulos de películas y de libros, pero no me apetece ahora. Diré que, por muy chocante que pueda parecer, estoy de acuerdo con la traducción. ¡Cómo puede ser eso! Pues verán: tanto en un caso como en otro estamos trabajando con contrarios, o al menos con elementos en teoría dispares. ¿Cómo se entiende eso de Oscuridad al mediodía? Pues sencillamente de la misma manera de la que hemos de entender la conjunción de Cero e Infinito: la coexistencia de dos elementos contrarios. Sobre tal trata la novela, y no voy a entrar en disquisiciones argumentales, sino en temas de significado.
La novela va sobre todo y sobre nada, sobre el silencio y el ruido. Va sobre la vida y la muerte. Ya sé que lo que digo es muy vago, pero si hay alguien ahí fuera que ha leído la novela sabe de qué hablo. Va sobre un hombre que lo ha sido todo y que se transforma en nada; va sobre palabras que, de repente, cambian de significado; va sobre alucinaciones que se tornan reales; va sobre personas que no tienen nombre pero que son determinantes en nuestra existencia.
La novela cuestiona la existencia de lo absoluto, de lo definitivo. Trata sobre dios y sobre el demonio, sobre la escasa distancia que hay entre el cielo y el infierno. En una página somos dioses, en la siguiente nos tornamos demonios. En una página dominamos el mundo, en la página siguiente somos incapaces de controlar los esfínteres. En una página estamos sonriendo y en la siguiente se nos descompone el rostro por culpa del dolor. Hoy somos los amos del paraíso y mañana limpiamos los retretes del infierno.
Es El cero y el infinito un paseo por esa gran mentira llamada Historia, una reflexión sobre quiénes nos gobiernan y qué representamos realmente para ellos. Es una novela que reflexiona sobre la naturaleza de las palabras: ¿para qué sirven éstas realmente?; sobre el amor (¿qué es más bonito: el amor de verdad o el recuerdo deformado y adaptado a nuestro deseo?); sobre la amistad (¿quién es nuestro amigo: el que nos aconseja que nos dejemos matar para alcanzar la paz o el que nos exhorta a la lucha inútil?).
Me quedo con el gran deseo que preside la obra: dormir en paz para acabar de una vez por todas con el "leve fruncimiento de la eternidad".

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