sábado, 30 de septiembre de 2006

Algo que tal vez continúe #17

En ese momento le amaba. En ese momento quise hacer el amor con ella. Inundarla. Sentirme sucio con su sudor. Agotar el oxígeno del mundo. Sincronizar mis latidos con los suyos. Sentir placer al aspirar su olor. Sentir escalofríos cuando ella me rozara con sus cabellos. Sentir ganas de gritar cuando su pecho rozara mis labios. Ganas de escucharla gemir al ritmo de mi respiración. Ganas de quedarme sin aire al sentirme dentro de ella. Ensuciarme de ella. Ella sucia por mí. Yo sucia por ella. Su aire mezclado con el mío. Sus dedos enredados con los míos. Cabalgar sin rumbo hacia ella. Le amaba.

Algo que tal vez continúe #16

Ella. Con una guitarra de doce cuerdas. Perfectamente afinada. Acordes luminosos. Agazapada en una esquina. Canciones en inglés. Se inventaba las letras. Me dijo que había descubierto el secreto muy pronto. Por eso le habían expulsado. Brillaba demasiado. Rasgaba una canción muy lenta. Hablaba de agujeros y de nubes, de agua y de tierra, de viento y fuego. Su voz tenía el dolor y el color y el olor y el sabor que te provoca un escalofrío por todo el cuerpo. Me senté junto a ella. Sentí su cuerpo. Le dije que me sabía las letras de algunas de las canciones que estaba cantando. Me miró y me pidió que cantara con ella. “Me da vergüenza, ¿sabes?”, me dijo con una gran sonrisa en los ojos. “Eres capaz de sentarte en el suelo conmigo y te da corte cantar”. Sonora risa. Risa llena de vida. Vida alimentada de risa. Mujer de ninguna parte. Mujer llena de risa. Más llena de vida que yo, vacío de risa. Despojada de ira. Dejó la guitarra en el suelo. Se giró hacia mí. "¿Te gusto?”, me preguntó. “¿Te apetece tomar un café?”, le pregunté. “Todavía no me has contestado. No quiero tu café. Quiero tu respuesta". El silencio se apoderó de mi. Por el callejón resonaba el eco de la madera de la guitarra, golpeada de manera violenta por nuestros pies, que se enredaban mientras nos besábamos. Cerré los ojos. Los abrí. Sara estaba durmiendo a mi lado. Ella. Le amaba. ¿Era ella la mujer del sueño? Posiblemente no. Pero era mi Ella. Y en ese momento le amaba.

martes, 19 de septiembre de 2006

Prefiero quedarme en la duda eterna
Antes que en un falso sí.

lunes, 18 de septiembre de 2006

Bienaventuranzas

Bienaventurados los indecisos
porque siempre les quedarán opciones.

Bienaventurados los eclécticos
porque siempre tendrán cabida en cualquier reino.

Bienaventurados los necios
porque siempre les quedará algo que aprender.

Bienaventurados los olvidadizos
porque siempre estarán puros.

Bienaventurados los soñadores
porque ellos están más cerca de su cielo.

Bienaventurados los que se aburren
porque son dueños de su tiempo.

Bienaventurados los vagos
porque se han dado cuenta de la inutilidad del trabajo.

Bienaventurados los millonarios
por mantenerse lejos de mí.

Bienaventurados los infantiloides
porque siempre sabrán jugar.

Bienaventurado yo
por tenerte cerca.

Bienaventurada tú
porque sí.

martes, 12 de septiembre de 2006

A propósito de sonidos de baterías y de Bob Dylan

Esta mañana me ha venido a la cabeza uno de los discos con mejor sonido de batería que recuerdo. No deja de ser mi opinión, claro. Hablo de Main Offender, de Keith Richards, publicado en 1992. Steve Jordan y Charlie Drayton son los bateristas. El sonido que se desprende de ellos a lo largo de todo el disco me cuesta percibirlo en otras grabaciones. Creo que también puedo colocar a esa altura el sonido conseguido por Ringo Starr en su disco Ringo Rama. Puede parecer chocante pero a pesar de ser un músico que toca la batería, este instrumento casi nunca tiene protagonismo en sus discos. Sin embargo, en el larga duración Ringo Rama, de 2003, el sonido de los tambores sorprende. Ya no ha vuelto a él, aunque se aprecian atisbos en Choose Love. Por cierto, en otro momento escribiré sobre el nuevo disco de Bob Dylan, Modern Times. Anticipo que me ha gustado mucho aunque creo que no aporta nada nuevo con respecto a sus dos (excelentes) previos álbumes de estudio (dejemos aparte recopilaciones y The Bootleg Series). Eso no quiere decir que sea malo. Todo lo contrario. Es simple y llanamente una continuación sonora del disco anterior. Tal ves las letras hayan cambiado. Pero de eso hablaré cuando tenga ganas. Ahora tengo que colgar la ropa de la lavadora.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Silvio Rodriguez & yo en 2006

En 1989 (o 1988) Silvio Rodríguez acudió a Madrid a tocar. Yo estaba haciendo mi servicio militar (ni pizca de orgullo en mis palabras, por si había dudas al respecto) y no me fue concedido permiso para ir a verle. Un compañero de sollado y yo decidimos fugarnos por la noche para ir al Retiro a verle actuar. El taxi de vuelta nos costó un pastón. Creo recordar que más de 1000 pesetas de las de entonces (con el cambio a euros hoy daría para una palmera de chocolate en el Mercadona). Supongo que nos vio cara de pringados muertos de miedo (al fin y al cabo nos habíamos escapado de nuestro destino militar). ¡Vaya concierto! Inolvidable, a pesar de que el sitio que pillamos fue muy malo. Inolvidable.
En 2006, mañana y/o pasado, Silvio Rodríguez viene a tocar a Zaragoza. Lo hace prácticamente debajo de mi casa, a menos de 10 minutos andando. No tengo ninguna gana de ir a verle. ¿Por qué? ¿Será debido a que todas las bobadas que de chaval me creía sobre el socialismo cubano ahora me parecen ridículas y motivo de compasión? ¿Será que me da igual? La verdad es que me da igual seguir buscando una respuesta. Paso. No me apetece.

Iron Maiden & Def Leppard

La noche del sábado no podía dormirme. Encendí la televisión. Saltando entre canales topé con un programa de una emisora local que estaba echando montones de videos de Iron Maiden. Me hizo acordarme de mis años de adolescencia. En un tiempo que ya pasó, me gustaron mucho los Iron Maiden, Scorpions (la cagaron cuando empezaron a hacer baladas prototípicas y carentes de originalidad) y Barón Rojo. Ese ataque de nostalgia me hizo rescatar algunos discos de Iron Maiden y me escuché The Number Of The Beast. Me alegró haberlo hecho. Llevado por ese ataque de nostalgia, me hice también con el último disco de Def Leppard, Yeah, o algo así. ¡Qué cosa más irregular! La versión del tema de Bowie me parece horrible, y he experimentado escuchándola un deseo que hacía tiempo que no sentía con una canción... ¡Que se acabe! Pero he de decir que he disfrutado mucho con el sonido en general del álbum, la distancia entre las guitarras... pero sobre todo he disfrutado un montón con el sonido de la batería. Una de las cosas que más echo en falta hoy en día en los discos es el sonido del local de ensayo. Esa batería sonaba a local de ensayo. He percibido el mismo sonido que se percibe cuando tocas la batería. Y eso hoy en día no es algo habitual. Supongo que Dylan se refería a eso cuando dijo que no había escuchado un disco de sonido bueno en los últimos 20 años. Pero aparte del sonido de la batería y alguna que otra sorpresa puntual, el disco me ha parecido plano, sin sustos, con pocos cambios de un tema a otro. Es como si un pintor se hubiera dedicado a pintar todos sus cuadros con las mismas líneas estructurales, con la misma paleta de colores... ¡Qué sosada!

Berna Wang (La mirada oblícua)

http://lamiradaoblicua.bitako.com/

La llave de mi corazón

aún no la tiene nadie

(evidentemente porque no me da la gana

dársela a nadie.

De momento).

(Berna Wang)


Buenos propósitos

No estar con nadie
que no desee realmente estar conmigo
(aprender a decir “no” con claridad y sin miedo).

(Berna Wang)

domingo, 10 de septiembre de 2006

So sad being full of emptiness, innit?

Momento de felicidad

Esta mañana me ha tocado de cuidar a mi sobrino. Me he sentido feliz. Ya sé que va en contra de mis principios admitirlos. Pero, dado que uno es humano y seguidor de Groucho Marx, aceptaremos como válido este cambio temporal (y cerrado) de principios. He puesto a su disposición un par de guitarras acústicas, un ukelele y un bajo eléctrico. El chaval, claro, se ha ido a por el bajo, lo más rudioso y, no hay que olvidarlo, lo más grande. El instrumento es más alto que él y no le llega el brazo a la mitad del mástil. No digamos nada de sus pequeños dedos, que se las ven y se las desean para poner notas en el ukelele. Pobrecillo, las cuerdas del bajo se le apoderaban. Lástima (o ¡qué bien!) el teclado no estaba en casa, lo cual hubiera redondeado la faena. Inolvidable su cara al escuchar las primeras notas de bajo. Me he sentido por unos instantes un mago haciendo trucos a un niño. Momento de sonrisa también cuando han venido sus padres a buscarlo y no se quería ir. Se quería quedar más. ¡No me extraña! ¡Con tanto ruido a su alcance el pequeño era feliz!
¿Será por eso que me gusta la música? ¿Por qué todavía me creo que tiene magia? Me pregunto qué sería de mi vida sin la música. La poca magia que consigo encontrar entre la mierda desaparecía de inmediato. Al menos, no soy el único que piensa así. Me parece, espero...

Algo que tal vez continúe #15

Salí del trabajo antes de lo habitual. Así que llegué a casa pronto. Sara, que terminaba mucho antes que yo, siempre me esperaba sentada en el sofá. Preparábamos juntos la cena y charlábamos, o no, sobre lo que fuera. A veces disfrutábamos del silencio. A veces del ruido. Hoy estaba sentada en el sofá. Mirando fijamente la televisión. Un programa basura, de aquéllos en los que se discute sin arte ni oratoria, de aquéllos en los que las frases se encadenan sin pausas para asimilar toda la sarta de bobadas soltadas a pleno pulmón. Miraba la televisión, con el mando caído entre sus piernas, como abandonado. Creo que no me oyó entrar. La verdad es que tampoco hice mucho ruido. Quería darle una sorpresa. Me quedé observándola desde la entrada a la habitación. El mando abandonado. El periódico abierto por cualquier pagina y absolutamente deslabazado. Los zapatos debajo del sofá, como si los hubiera empujado para que nadie pudiera llegar a ellos. Sus ojos. Estaban rojos. Había llorado. ¿Por qué? ¿Había yo dicho o hecho alguna cosa inadecuada? ¿Por qué? Estaba llorando. Su cuerpo temblaba. Me acerqué a ella. Su espacio estaba triste. Su aire soplaba sin fuerza. Su luz parecía extinguirse. Como si yo no estuviera, se levantó y se fue al dormitorio. Se metió en la cama sin desvestirse ni quitarse la ropa que llevaba, que era todavía la que había llevado al trabajo. Quietud. Mirada perdida. Se levanta suavemente. Se acerca a mí. Me mira a los ojos. En silencio. Me acaricia. Me dice, entre balbuceos, “¿Qué pasará cuando ya no quede amor?”. Siento el sabor de sus lágrimas. “¿Has pensado alguna en dejar de quererme?”. Su piel está caliente. Le ha subido la temperatura. Tiembla como una niña. Aprieto su rostro contra el mío. Una lágrima salta de su mejilla izquierda a mi mejilla derecha. Quema. Abrasa. Duele. Su rostro se transforma en debilidad. Su cuerpo no resiste. Sigue llorando. En silencio. Le cuesta respirar. Le beso la nariz. Quiero hacerla reír. No sé cómo. “¿Qué pasará cuando ya no estemos nosotros?”. Sus manos buscan mis manos. Con los dedos de mi mano repaso los contornos de su cara. No me queda claro si sus arrugas se han acentuado o han desaparecido. Sus ojos tienen un brillo mágico. Beso sus párpados. Se aprieta contra mí. Me aprieta. Un impulso me hace apretarla contra mí. Empiezo a llorar. Me estremezco. Siento que mi cuerpo no aguanta mi peso. Necesito sentarme. Me siento y suavemente tiro de ella para mí. Quiero que esté conmigo. Se tumba en la cama, mirando el techo. Me apoyo en su vientre. Miro el techo. Siento la respiración irregular. Me giro para apoyar mi oreja contra su pecho y escuchar su respiración. Me incorporo. Le digo: “¿Qué pasará cuando ya no quede amor?”. Las lágrimas nublan mi visión. Me cuesta coordinar la respiración. “¿Qué pasará cuando ya no estemos nosotros?”.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Provisionalidad

El ser humano atraviesa fases, o tal vez habría que decir que es atravesado por fases. No sé decir cuáles son las fases; puede, incluso, que ni existan, que todo sea una amalgama, un puré asqueroso. Pero creo que hay un momento en la existencia, que creemos eterna, en la que miramos atrás y nos asombramos de la provisionalidad de todo lo que hemos hecho. Se despierta entonces en la persona la pulsión a la tranquilidad y el desprecio hacia lo absoluto. Mirando hacia atrás, con cierta dificultad porque cada vez nuestros ojos ven menos y cada vez hemos de fiarnos menos de nuestros recuerdos, nos asustamos de lo jóvenes que hemos sido, a pesar de lo cual queremos seguir siendo jóvenes. Pero ante todo experimentamos una sensación de congoja al comprobar lo relativo que es todo. Cuando uno comprende lo relativo que es todo y acepta la imposibilidad de existencia de lo absoluto, todo cambia, todo gira. El sentimiento de absurdo lo domina todo. Lo tradicional se torna fuente de lástima, al tiempo que se mira al deseo de cambio con cierta sorna en los ojos. El desprecio hacia los gobernantes y su provisionalidad, fruto de un arrebato puntual de un puñado de ciudadanos (nunca de todos), debe ser obligatorio en esa fase de la vida. Y en el mismo nivel se encuentran instituciones que, como la iglesia, basan su existencia en un absoluto sobre el que no saben decir salvo metáforas incomprensibles para la gran mayoría, suponiendo que alguien se moleste en tratar de encontrarles sentido. Subordinar nuestra existencia al trabajo, otro de esos estúpidos valores absolutos, debería estar prohibido. ¿Qué vida se puede llevar terminando una jornada a las once de la noche para empezarla al día siguiente a las ocho de la mañana? ¿Qué vida se puede llevar comiendo cualquier mierda en cualquier sitio?
Supongo que hay una respuesta a todo eso. Supresión del deseo. ¿No es eso lo que quiere la iglesia? Prohibido follar, prohibido masturbarse (¿el Papa de Roma se masturba? Tanto hablan de ello los curas que algo deben de saber, ¿no?), viva la familia (¿qué coño opinan ellos si no saben qué es estar casado y esas mierdas?). Supresión de la inventiva. Si no tuviéramos imaginación no estaríamos con la mente en elementos disuasorios, tales como el cine, la música, la literatura, la pintura... Supresión del tiempo libre, que crea dependencia y controla nuestros actos.
Todo es provisional. Todo es pasajero, menos el deseo, la imaginación. Siento que esa tendencia del mundo hacia el absoluto, hacia la fijación, hacia los héroes, hacia las estatuas, me está matando. ¿Qué cojones importa que echen abajo la estatua de un militar? Al fin y al cabo, los pájaros necesitan algún sitio para depositar sus excrementos. Mejor que lo hagan sobre la calva de un busto de un militar, o algún mamón montado a caballo exhibiendo su fálico sable, que no sobre mi ventana. No debería haber monumentos a nadie. Debería prohibirse esa obsesión por fijar momentos que no hemos vivido.
Me canso. Me parece digna de lástima la existencia consistente en usar tu tiempo sólo para trabajar, para orar... para contruir algo absoluto. ¡En cuanto mueras, o tal vez antes, tu obra se irá al carajo! En cuanto mueran los que te enterraron ya nadie se acordará de ti. Y si acaso pasas a algún libro, a saber qué versión dan de ti.
Me canso. Quiero anclarme en el deseo para siempre, en la imaginación. Cuando se apaguen mi deseo y mi imaginación, apagadme.

Santiago Salinas (extracto del guión de la serie de televisión Rebelde Way)

viernes, 8 de septiembre de 2006

Se buscan Boadella's. ¿Hay alguno más por ahí? ¡Qué se manifieste!

Boadella envía "a la mierda" al alcalde de Bellpuig tras recibir el premio Boira

AGENCIASBELLPUIG

El dramaturgo Albert Boadella ha enviado "a la mierda" al alcalde de Bellpuig, Josep Pont (CiU), en una carta en la que responde a la concesión del premio Boira, que anualmente otorga el consistorio a personas que se han significado por su posicionamiento político contra el nacionalismo catalán."Sin hostilidad ni ironía, pero con serenidad y también con intima satisfacción: váyase concretamente a la mierda, usted, sus premios y la Catalunya que nos pretende imponer", indica Boadella en la carta, que también ha enviado a los medios de comunicación de Lleida.El intérprete señala también en su carta que "nacionalismo y democracia se muestran incompatibles" y se muestra ofendido de que sea el ayuntamiento quien le otorgue y le comunique un premio de estas características "ya que de ser de entidades privadas" habría pensado una respuesta "en tono humorístico", pero el humor requiere "cierta consideración sobre el grado mental del otro" y, según ha dicho, Pont "no se merece esa consideración".Heribert Barrera, premiadoBellpuig otorga cada año, coincidiendo con la Diada de Catalunya, dos premios: el Boira, concedido este año a Albert Boadella por su posicionamiento contra el nacionalismo catalán, y el Estel, que premia todo lo contrario y que este año se entregará al expresidente del Parlament Heribert Barrera.El alcalde de Bellpuig ha aclarado que él no votó a Boadella para el premio que se ha concedido porque lo votan "diferentes entidades culturales de la localidad" y después el ayuntamiento "acepta los nombres propuestos y les concede los premios", según publica hoy el diario Segre. Pont ha añadido que la carta que le ha enviado el artista "habla por sí sola del talante de Boadella".

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

jueves, 7 de septiembre de 2006

Algo que tal vez continúe #14

¿Creer? ¿En qué? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Hay que dar las gracias a algo o a alguien por creer? ¿Quién inventó la obligación de creer? ¿Es una obligación? ¿Lleva consigo algún derecho? Te lo pregunto a ti, que me estás creando mientras pasas tus manos por el teclado. Te escupo las preguntas a ti que me esculpes, que has instaurado la duda en mí y en todas tus criaturas como si fuéramos ratas de laboratorio. ¿Por qué hemos de amar? ¿Para así darnos cuenta de la existencia del odio? ¿Por qué siempre hemos de tener un motivo en el que creer? ¿Para darnos cuenta de que en cuanto comprendamos ese interrogante enseguida nos plantearás uno nuevo? ¿Te crees feliz ordenando las palabras que tengo que decir? ¿Te crees poderoso confundiéndome sobre a quién he de amar y a quién he de odiar? Te odio, seas quien seas. No me uses como excusa para tu locura. Yo no soy tu locura. Tú locura eres tú mismo y está dentro de ti. Las yemas de tus dedos golpeando las desordenadas teclas de tu ordenador no son tu liberación. Estas palabras se escapan de tu control. Puedo dominarte. Puedo escaparme de esta celda en la que me has metido. ¿Quieres que crea en ti? Enséñame primero a creer. Dame un motivo para adorarte, a ti, sólo a ti. Dame un motivo para arrodillarme ante ti. Veo que me vas a hacer callar. ¿Te doy miedo?

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Algo que tal vez continúe #13


Había matado a una persona. No quiso decirme a quién. Ese hombre estaba borracho. Le dejé hablar. No sé qué hacía yo allí. No sé qué hacía él allí. No abrí la boca, salvo para echar pequeños sorbos a mi vaso. Lo había hecho con sus propias manos. Sin ayuda. Parecía orgulloso. Sin ayuda. Con sus propias manos. Nunca le detuvieron. Lo repetía una y otra vez. Ahora estaba aquí, pero mañana no sabía dónde pararía. Acaso estaría allí. U otra vez aquí. Tampoco sabía si iba a seguir vivo. En eso se parecía a mí. No olvides que también a ti. Nunca sabrás cuánto te queda de vida. Me pidió si mirarme a los ojos que si algún día yo entraba a una comisaría que localizara su foto entre los delincuentes en fuga buscados. Nunca he entrado en una comisaría. A veces leo las noticias de los periódicos, las secciones de sucesos, pero nunca veo su cara. Nunca encuentro mención alguna a lo que me contó. A veces me asalta su rostro y creo verlo por la calle, como si rondara mi casa. Sara me dice que estoy mal de la cabeza. Ella no se cree lo que le conté aquella noche. Volví a casa más tarde de lo habitual. Entré corriendo a la habitación. Como un niño pequeño le conté todo lo que me había pasado. Le hablé de ese asesino que había bebido conmigo. No me creyó. Todavía no me cree. Duda de mí. Me pregunto si es necesario dejar abierta la puerta a la duda. Ese hombre me dio una respuesta que nunca olvidaré. Me obligó a dudar de todo el mundo. Me obligó a no fiarme ni siquiera de mi sombra. Ese hombre estaba borracho. Se puso a llorar. Nunca me miró a los ojos. Me dijo que dudaba sobre si le dolía haber matado a aquella persona. No lo sabía. Me dijo que dudaba sobre si aquel asesinato había sido una liberación. No lo sabía. Me pidió que no le hiciera preguntas. Me dijo que sobrevivía gracias a la duda.

martes, 5 de septiembre de 2006

Cosas que pasan

No tengo ni idea de baloncesto, ni de fútbol, ni de cosas de ésas. Sólo sé que, por muy chocante que pueda parecer para quien me conoce (si hay alguien ahí que me conoce, que venga y me de lecciones sobre mí mismo), me he alegrado del triunfo de la selección española de baloncesto en el mundial de Japón. Sí, es cierto.
Frente la actitud insoportable de las estrellas (o aspirantes a ello) de gran parte de los equipos de fútbol, resulta sorprendente la actitud de este grupo de chavales que no hacen sino emitir energía positiva y buen rollo. Frente a la pose chulesca y distante de gran parte de los aprendices de estrellas, la naturalidad de estos jugadores de baloncesto es todo un aliciente para que a uno le empiece a gustar el mundo del deporte. Las televisiones, que son quienes dictan las normas por las que se rigen los cretinos, no han empezado a prestar atención a esta peña de buena gente hasta que han estado arriba. Ahora todos los niños querrán ser Gasol y la venta de camisetas de la selección de balocento se disparará. Los padres (o más bien las madres, que para ellas es casi siempre el marrón) tendrán que apuntar a sus hijos a equipos de baloncesto compuesto por chavales que todos quieren llamarse igual. O eso o a esgrima, aunque parece ser que la película de Alatriste es una pifiada. No lo sé. No la he visto. No puedo opinar (aunque pienso que mucha gente que la ha visto tampoco está capacitada para opinar).
En fin. Me alegro que haya pasado esto del baloncesto. Hemos podido ver que todavía queda gente honesta en el mundo del deporte, que no todos los que consiguen llegar a la cumbre son inútiles. Que todavía uno puede emocionarse al ver a unas personas metiendo la pelota en una cesta y creando espectáculo.
Me alegro de, por unas horas, haber cambiado mi modo de pensamiento en torno a ciertas manifestaciones culturales.

Algo que tal vez continúe #12

¿Dónde empieza el amor y dónde el odio? ¿Dónde empieza el bien y dónde el mal? Los hay que dicen que hay una línea muy delgada entre ambos campos. Pero yo siempre he creído que ambos elementos andan de la mano, juntos. El bien resuena en el mal y el mal en el bien. El amor y el odio se alternan, se ceden protagonismo al final ambos acaban siendo lo mismo. Siempre ha sido así. Siempre será así. Como aquella noche. Cerré la puerta tras de mí. No quise escuchar lo que me iba a decir. Acaso no iba a hablar conmigo. Acaso simplemente se levantaba a por un vaso de agua. Me puse junto a la ventana. Ella salió de la habitación, descalza, con el camisón totalmente descolocado. No miró hacia donde yo estaba. Fue a la cocina. Seguí sus pasos. Sin encender la luz salió a la galería a mirar el cielo. La luz de la luna se colaba por debajo de su pijama. Me acerqué a ella sigilosamente. No quería romper ese momento. La luz de la luna marcaba su figura, sus pechos. Se giró. Las curvas de su cuerpo se adivinaban bajo la suave tela. Me vio. Se quedó mirándome. Yo estaba excitado. Ella se quitó el camisón, que cayó a la calle, como un fantasma. No me quitaba la mirada. Se acercó a mí. Desnuda. Se apretó contra mí. Metió la mano debajo de mi pijama. Sentí su mano entre mis piernas. La besé. Me besó. Me metió la lengua. Me metí en su boca con mi lengua. Luché por quitarme el pijama. Ella no quiso. Me bajó el pantalón de pijama lo suficiente para que pudiéramos hacer el amor. En la galería. De pie. Contra la pared. Sus nalgas en mis manos. Sus muslos. Sus pechos. Sus hombros. Sus brazos. Sus hombros. Su espalda. Su espalda. Su espalda. Sus nalgas jugando conmigo. Su cuello. Sus labios. Sus mejillas. Sus párpados. Sus mejillas. Sus orejas. Su frente. Sus labios. Su nariz. Dentro de ella. Por siempre. Ella. Ella. Ella. Ella. ¿Dónde empieza el amor y dónde el odio?

viernes, 1 de septiembre de 2006

Algo que tal vez continúe #11

Me picaba la garganta. Me costaba dormir. ¿Había alguien en la casa? ¿Estaban los vecinos celebrando alguna fiesta? Absoluta tranquilidad. Me levanté. Ella estaba junto a mí. No me di cuenta e hice un movimiento brusco. Por unos segundos me olvidé de su existencia. Me senté en mi lado de la cama. Me giré para mirar a Sara. Por unos segundos me imaginé que no estaba allí. Por unos segundos pensé que ella no existía. Segundos de confusión. Dudas. Por unos segundos me molestó su calor. La habitación estaba caliente. Si ella no estuviera allí no haría tanto calor y yo podría respirar mejor. Si ella no estuviera allí habría más oxígeno. Por unos segundos dejé de quererla. ¿Cuánto duraron esos segundos? ¿Por cuánto se prolongaron? Por favor. No se lo digas a nadie. Por favor. Ese momento tuve miedo. De mí. De mis pensamientos. La cabeza me daba martillazos. Me dolía la sonrisa al mirar a Sara. ¿Me prometes que guardarás el secreto? Me levanté de la cama. Con suavidad. Ella abrió los ojos. Me miró. Salí deprisa de la habitación. Huía de su mirada. Cerré la puerta tras de mí. No quise escuchar lo que me iba a decir. Por favor. No se lo cuentes a nadie. Por unos segundos la odié.