domingo, 4 de junio de 2006

Sobre The Beatles' Garden

Ya lo adelanté en alguna entrada anterior. Un día de estos iba a tener en mis manos la revista número 50 de The Beatles's Garden, y ese día ya llegó. Fue el jueves por la noche y, no me voy a andar con rodeos, me emocioné al tenerla en las manos.
Han sido muchos años los que han transcurrido, desde aquel 1993, aquella fiesta en la Interferencias. Allí conocí a Javier, a Juan, a Alfonso... a cantidad de gente. Fue Matías Uribe quien me animó a meterme en ese mundo, algo a lo que me mostraba en principio poco animado. Gracias le doy desde aquí a mi querido Matías, a quien siempre tendré por maestro (él ya lo sabe, pero no me canso de decírselo). En esa fiesta, Javier estaba feliz porque estaba conociendo a Pilar; yo estaba triste porque mi relación con Marily se empezaba a romper. Creo que nunca fue una relación real. Recuerdo esa fiesta como una sucesión de rostros alegres, de emociones disparadas por el alcohol. ¡Qué día!
Al hacer balance de todos los años que han pasado desde entonces pasan por mi cabeza las mujeres que he amado y que no me han amado, las que me han amado y no he amado, las que me han odiado y he odiado, las que debí haber amado, las que quiero amar. Pasan los trabajos basura, los trabajos mierdosos en los que puse toda mi energía. Vuelve a mí la pérdida de tiempo con las oposiciones. Brilla con especial luz mi primer libro, mi primer artículo, mi primera conferencia pública, mi primer autógrafo, mi primera foto por alguien que leía mis artículos. Gracias a esta revista conocí el mundo de la radio (amigo Pedro), conseguí detestar finalmente el mundo de la televisión (con desagrado pasan por mi cabeza imágenes de tiempo perdido en estudios de televisión diciendo gilipolleces, o de entrevistas con cámaras filmándote que querían imitar la "estética revolucionaria" de MTV pero que lo único que hacían era que te entrara la risa). Me viene a la cabeza la sensación de ver publicado por primera vez un artículo mío en caracteres japoneses (creo que era mío... eso me dijeron los que entendían japonés), o de saberme leído en distintas partes del mundo. Incluso siento como honor haber sido plagiado por varios autores, o haber visto publicado mis artículos a nombre de otras personas.
Pero si he de quedarme con algo, a nivel material, es con la publicación de los libros de El veranos del amor y de El hombre invisible, amén de las traducciones y colaboraciones en diversos libros. Lo bueno de esas publicaciones era que se trataba de un trabajo en equipo, nunca a solas. Siempre había alguien a quien acudir, siempre había alguien que te daba consejos ("recuerda que la mayoría de los lectores te van a leer en el váter, así que escribe párrafos cortos", anónimo), siempre había alguien -claro- dispuesto a tocarte las narices (o yo siempre tenía a mi disposición alguien a quien tocarle las narices)...
Ha sido, digo, la realización de muchos sueños: discos editados, libros publicados, conocer gente a la que siempre admiré. De entre este último grupo me quedo con Derek Taylor, un hombre inolvidable, que trabajó con Los Beatles, Los Doors, Los Byrds, Los Mamas & The Papas... Un hombre con el que hablar era un placer increible. Un hombre que falleció víctima de sus propios excesos durante los años 60. Nunca olvidaré tampoco la felicidad que experimenté al estar comiendo con Niel Innes, uno de los Monty Python. Me costó convencerle pero conseguí que en la calle me hiciera una pequeña parte de uno de los sketches de los que él había sido creador. Tampoco me resulta fácil describir qué experimenté Robert Freeman, el fotógrafo de Los Beatles durante los primeros 60, me fotografío. Fue después de una comida e íbamos todos pelín sobrecargados de vino. Cuando revelé la foto, me di cuenta de lo ridículo que estaba: estaba con los coloretes, tipo Heidi, fruto del calor y el alcohol. ¡Qué vergüenza!
Pero sobre todo, he conocido a gente maravillosa e inolvidable: Pedro &Bea, Javier, Pilar, Vicky (aunque no lo creas siempre tendrás un lugar especial en mí... eterno interrogante...), Alfonso, Juan... las tardes de los sábados, en nuestra particular caverna, con la gente entrando y saliendo.
Podría seguir, pero creo que ya está bien de melancolía de serie B.

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