martes, 16 de septiembre de 2008

Viaje al centro de la tierra y a los horribles cines Palafox, de Zaragoza

Vicky me habló de esa película. Surgió a raíz de la charla que tuvimos en aquel bar de la calle Cinco de Marzo, mientras esperábamos al casi siempre tardón Julian, sin tilde. Esa tarde supuse que, como la mayoría de las ocasiones, iba a ser yo el primero en llegar a la cita. Así que me entretuve por el camino, mirando este escaparate o haciendo algo que ahora no me acuerdo.
La conversación, claro, se desvió hacia el tema del cine. Hablamos de películas vistas recientemente que nos habían gustado. Le comenté que hacía poco había estado con mi sobrino viendo Viaje al centro de la tierra, en 3D. La película, de por sí, no vale un pimiento. Lo bueno de ella se encuentra en toda la parafernalia que la rodea: el invento 3D. Me gustó, sí. Disfruté. Supongo que fue por la agradable compañía de mi sobrino de 7 años, para el que, quiero imaginarme, la experiencia sería maravillosa.
No soy físico, ni aspiro a ello. Ni geólogo, ni tengo nada que ver con ninguna de las ciencias que se tratan en la película. Pero algo dentro de mí me dice que la película no respetaba ni una sola de las leyes o principios habidos o por descubrir. No, no me meteré en detalles. Ya lo harán otros con mucha más sabiduría. Me gustó, sea como fuere.
Lo malo fue el vergonzoso trato al público dado por parte de la empresa de los cines Palafox de Zaragoza. Es una empresa con muy pocos trabajadores, todo regulado por máquinas. Durante mi sesión, la película se estropeó dos veces, con la subsiguiente interrupción de la proyección. El aire acondicionado no estaba puesto. Se estaba francamente mal. Mi hermana y mi cuñado estaban a esa misma hora en otra sala de ese mismo cine. La cámara, según me contaron, se desenfocó en varias ocasiones. ¿Quién estaba allí para arreglarlo? Seguramente la misma que no arregló los problemas de la sala en la que yo estaba y que, al mismo tiempo, estaba vendiendo las palomitas.
No es la primera vez que me pasa. No me acuerdo de la película. Lo que importa es que ya van varios fallos de proyección, consecuencia todo ello de la falta de personal, de la racanería de los empresarios, de la falta de respeto hacia el público.
Una de las razones por las que cada vez voy menos al cine es por ese desprecio al que se está sometiendo al espectador, que paga precios absurdos (la entrada para la película 3D costaba 9 euros... ¿acaso los pocos trabajadores que había allí iban a cobrar más? No lo creo, pero seguro que el empresario se ha embolsado más dinero, con el cual no contratará a más personal con el que ofrecer un mejor servicio) y que ve como no se respetan los más mínimos códigos de educación.
Supongo que esto es un síntoma más de la gran crisis del sistema capitalista a la que estamos asistiendo, consecuencia de un gran despilfarro, cuyas primeras víctimas han sido aquellos que han manejado ingentes cantidades de dinero en tiempos pasados y gloriosos. Los obreros, una vez más, pierden. Otra vez más, la cultura pierde.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Regreso

He regresado más veces de las que he partido.
Creo que tengo más experiencia en el retorno que en la salida.
A veces me siento atascado en un eterno retorno (¡gracias Joseph!).