miércoles, 23 de agosto de 2006

Algo que tal vez continúe #9

Creo en el mar, no el amor. Creo en la brisa, en el helado de trufa. Creo en el universo, no creo en el hogar. ¿Quién creó las creencias? ¿Por qué? ¿Surgieron de la nada? ¿Surgieron como justificación de la nada? ¿Surgieron para llenar la nada? Me gusta sentir tu pelo en mi cama. Me da asco el pelo en el desagüe. Me parece que en eso coincidíamos. Algunas noches bajábamos a la tienda de la esquina. Nos comprábamos una tarrina gigante de helado de trufa. No valía otro. Tarde de helado de trufa. Noche en la que no se preparaba cena. Noche en la que hacíamos el amor. Noche de sudor. Noche en la que su pelo era mi guía. Noche en la que yo me perdía entre sus pechos. Entonces escuchábamos el mar. Entonces soplaba la brisa. La idea de hogar desaparecía. Ella habitaba en mi cuerpo. Yo me internaba en ella. Sus caminos llevaban a mí. Mis caminos llevaban a ella. Ella abría sus puertas. Éramos dioses. La nada cotidiana se transformaba en el todo eterno. La cama era el universo. En ese momento éramos dos seres para siempre. A la mañana siguiente siempre me despertaba antes para ver sus labios manchados de helado. Creo en el helado de trufa.

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