Algo que tal vez continúe #2
Me gustó su voz. Pero había demasiado ruido. La música era agradable, aunque era ella a quien quería oír. Ella era a quien quería oler. Me acerqué a ella con la excusa de no poder oírla bien. Quería aspirar su olor. No sabía cómo lo iba a hacer. Allí, en ese bar, del que yo era cliente habitual, los olores también eran habituales. Olor a baño mal limpiado, a orín dejado fuera de sitio, especialmente en el servicio de hombres. A humo de tabaco. A humo de porro. A sudor. A blasfemia. Se aspiraba el olor de la infidelidad. Nadie sabe cómo huele, pero todos lo hemos experimentado en nuestras fosas nasales alguna vez. Olía a cansancio, a deseo de borrachera, de polvo rápido y mareado.
Pero yo esa noche buscaba otros olores y otros sabores.
- ¿Sabes quién es el que canta? –me preguntó ella al oído.
Sí, lo sabía.
- Son Steely Dan. ¿Los conoces?
- No es fácil escuchar Steely Dan en un bar en esta ciudad.
En ese momento me pasaron por la cabeza, en infinitos segundos de estupidez, cientos de frases tópicas. Pensé en saltar a lugares comunes como el de no es fácil encontrar a una chica como tú en un sitio como éste o es agradable que alguien reconozca a Steely Dan. Pero me hubiera metido en un laberinto de estúpidas afirmaciones que me hubieran llevado a una prisión de la que no hubiera sabido salir. Nuevamente el silencio como arma para no demostrar mis puntos débiles. Ella también calló. Tal vez ella también era débil.
miércoles, 2 de agosto de 2006
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