martes, 5 de septiembre de 2006

Cosas que pasan

No tengo ni idea de baloncesto, ni de fútbol, ni de cosas de ésas. Sólo sé que, por muy chocante que pueda parecer para quien me conoce (si hay alguien ahí que me conoce, que venga y me de lecciones sobre mí mismo), me he alegrado del triunfo de la selección española de baloncesto en el mundial de Japón. Sí, es cierto.
Frente la actitud insoportable de las estrellas (o aspirantes a ello) de gran parte de los equipos de fútbol, resulta sorprendente la actitud de este grupo de chavales que no hacen sino emitir energía positiva y buen rollo. Frente a la pose chulesca y distante de gran parte de los aprendices de estrellas, la naturalidad de estos jugadores de baloncesto es todo un aliciente para que a uno le empiece a gustar el mundo del deporte. Las televisiones, que son quienes dictan las normas por las que se rigen los cretinos, no han empezado a prestar atención a esta peña de buena gente hasta que han estado arriba. Ahora todos los niños querrán ser Gasol y la venta de camisetas de la selección de balocento se disparará. Los padres (o más bien las madres, que para ellas es casi siempre el marrón) tendrán que apuntar a sus hijos a equipos de baloncesto compuesto por chavales que todos quieren llamarse igual. O eso o a esgrima, aunque parece ser que la película de Alatriste es una pifiada. No lo sé. No la he visto. No puedo opinar (aunque pienso que mucha gente que la ha visto tampoco está capacitada para opinar).
En fin. Me alegro que haya pasado esto del baloncesto. Hemos podido ver que todavía queda gente honesta en el mundo del deporte, que no todos los que consiguen llegar a la cumbre son inútiles. Que todavía uno puede emocionarse al ver a unas personas metiendo la pelota en una cesta y creando espectáculo.
Me alegro de, por unas horas, haber cambiado mi modo de pensamiento en torno a ciertas manifestaciones culturales.

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