domingo, 8 de octubre de 2006

Algo que tal vez continúe #19

Entró al bar con cara sofocada. Era guapa. Se acercó a mí. Me llegó su olor. Me acerqué a ella para aspirar su perfume. Cuando volví a casa no paraba de olerme las manos. Olían como ella. Cada vez que aspiraba una bocanada de aire con mis manos pegadas contra mi nariz, me venía una colección de aromas. Percibía sobre todo el humo. Pero por encima de esa peste a tabaco estaba su perfume. ¿De qué marca era? ¿Era fácil de conseguir? ¿Quedaría bien si le regalaba de manera inesperada un frasco de ese su, me imaginaba, perfume favorito? ¿Sería caro? No parecía una mujer de gustos caros. A lo mejor me equivocaba. ¿Sería de gustos exquisitos? ¿Acaso ese perfume que llevaba se lo había regalado alguien con quien estaba saliendo? A lo mejor era el típico perfume que te pones una sola vez en la vida porque sabes que la persona que te lo ha regalado va a verte y a prestar atención a ver si usas su presente. A lo mejor acababa de estar con ese ser. ¿Cómo sería? A lo mejor no había nadie. A lo mejor esa colonia que llevaba era un muestra que le acababan de regalar en unos grandes almacenes. A lo mejor todos los días por la mañana, después de ducharse, impregnaba su cuerpo de esa fragancia. A lo mejor ése era su olor natural. No creo que así fuera. De vuelta en casa, en la soledad de la habitación, su olor me venía a cada segundo. Cada bocanada de aire era un simulacro de su aliento. Cada bocanada de aire era el recuerdo de mi mano furtivamente colándose en su pelo. Cada bocanada de aire inundaba despertaba en mi cerebro corrientes de electricidad que encendían cada rincón de mi cuerpo. El recuerdo de su cuerpo crecía con su olor, fuente de recuerdo, fuente de vida. Me encerré en mi habitación. Apagué la luz. Cerré la ventana. Bajé la persiana. Oscuridad total. Cerré los ojos. Respiré recordando la viejas enseñanzas de mis años de yoga. Me llevé las manos a la nariz y me cubrí la cara con ellas como si éstas fueran una máscara de oxígeno. Aspiré profundo. Quise que ella estuviera allí. Pero no estaba allí. No estaba allí. Allí. Sólo me quedaba su olor. Partículas de su cuerpo pegadas a mis manos. Partículas de su olor impregnándome. Me sentía uno con ella. Pero ella no estaba allí. No estaba allí. Allí.

No hay comentarios: