sábado, 12 de febrero de 2005

Sobre "El Marido de la Peluquera"

Me sigue doliendo la cabeza. Creo que esta gripe, o lo que sea, no se me va a marchar, pero me aguantaré. Gracias a esta situación, he podido ver películas que tenía archivadas y que casi había olvidado. Tengo ahora demasiado tiempo libre.
Una de las pelis que he vuelto a ver es El Marido de la Peluquera. No voy a poner su ficha técnica porque no tengo ganas de llenar esto de detalles técnicos que se pueden encontrar en cualquier parte. Sólo diré que esta película ocupaba un lugar preferencial en mi recuerdo. Había idealizado su final y lo asociaba con cierta escena. El otro día, el pasado no-me-acuerdo-qué día, cuando la volví a ver, me dí cuenta de que mi cerebro me había estado engañando: me había borrado el final. Ya no me pareció tan soberbia, tan linda. Es más, en algunos momentos me costó creerme lo que veía en escena.
Para muchos será secundario, pero me influyó la mala calidad de la copia. A pesar de ser DVD, el audio y el vídeo eran pésimos. La casa productora era Suevia, una auténtica porquería. Aviso a los navegantes: tomen con precaución los DVDs de la casa Suevia. Si no fueran de un material tan recio, se podrían usar de papel de báter.
Pero a lo que voy: ¡vaya cómo me había traicionado mi recuerdo! Y, de segundas, salió esta pregunta: "¿Qué es el arte?". No sé la respuesta, ni la pretendo dar. Sólo puedo decir que es algo vivo y que es capaz de traicionarte. El arte puede llegar a provocar dolor cuando descubres que no es lo que tú piensas. Es como enamorarse de alguien y percatarse de que no es lo que habíamos pensado. ¿Hemos de acudir vírgenes al arte, como al amor? Imposible. El arte, como el amor, es una creación humana, llena de perversidad, de dobles/triples/cuádruples/infinitas lecturas. Nos obliga a estar alerta, a alejarnos de todo conformismo.
Ante el arte, igual que ante el amor, permanezcamos alerta, y no olvidemos que exige una renovación constante, una revisión diaria.

No hay comentarios: