lunes, 14 de febrero de 2005

Sobre Amenábar

Yo tampoco he visto Mar Adentro. Me acuerdo cuando vi Tesis pensaba que estaba viendo una tomadura de pelo. La vi una vez y me quedé flipado de lo poco que me gustó, de lo mal interpretada que me pareció, de lo absurdo que me pareció la historia y el guión. La vi una segunda vez (y omito la reacción que experimenté para no molestar, esto es, no entro en detalles sobre la manera en la que me reí). Cuando vi Abre Los Ojos, me pareció que me estaban tomando el pelo nuevamente: no me gustó la actuación (para mí Noriega está sobrevalorado, y no digamos Penélope Cruz... lo siento, lo tenía que decir, pero Penélope Cruz, muy mona, no hay que negarlo, no transmite nada de nada), el guión me pareció que se caía por todas partes, especialmente por sus pretensiones metafísicas tipo "Nada es lo que parece", "somos víctimas de una conspiración", "hay otros mundo pero están en éste"... Para jugar con las leyes del espacio-tiempo, para hablar de universos parelelos y de conspiraciones de fuerzas invisibles... hay que saber de qué se habla... de lo contrario se cae en el ridículo -y eso es uno de los elementos que distingue el buen cine fantástico del malo: lo inverosímil también tiene su lógica y su estricto conjunto de normas (no es fácil provocar la "Suspensión del Descrédito", y ninguna de esas películas me lo provocó). Abre Los Ojos me indignó, me hizo salir de malauva del cine.
Pero he de admitir que me gustó Los Otros. Tal vez porque la fotografía me pareció distinta, porque no era tan retorcida e imposible de creer como sus anteriores producciones. Acaso porqué no era tan pretenciosa. O tal vez porque Nicole Kidman, y todos los demás artistas, estaban aceptables, especialmente los niños. O porque, en definitiva, me la creí.
Y ahora, con 14 Goyas, me da miedo ir a ver Mar Adentro: ya no es una película, es un producto institucionalizado, un instrumento de las Instituciones. Las instituciones la han bastardizado, la han prostituido para obtener beneficios. Para mí, Mar Adentro, representa ahora lo que más detesto en una obra de arte: su absorción por el Establishment. Siempre he pensado que cuando el arte se institucionaliza, se muere, se viste de traje y se pone corbata. Se acomoda y convierte no en vehículo de placer, de transmisión de emociones, sino en fuente de noticias para programas basura de prensa del corazón o los mismos telediarios, cuyos presentadores muestran gran deleite hablando de ella, colocándola a la misma altura que una rueda de prensa del político de turno.
Y que sea candidata al Oscar no lo considero fruto de su valor artístico (no digo que no lo tenga, ya he dicho que no la he visto) sino fruto de su valor como producto industrial. Su candidatura a los Oscar es una herramienta de las instituciones para abrirse paso en un mercado. ¡Qué no me vengan con discursos de arte! Es el Juego de la Industria. No deseo que no gane un Oscar, pero quiero que seamos capaces de ver qué está pasando realmente con esa película: la instrumentalización del arte, la transformación del cine en industria... ¿Realmente queremos que nuestro cine español sea una industria como la de Hollywood? Necesitamos dinero, y una mejor distribución, y más publicidad... Pero me temo que "los medios" van a ser incapaces de ver más allá de Amenábar y Almodóvar (incapaces de pasar de la A). Hay muchos más... Y esto, afortunadamente, no es Hollywood. Somos más brillantes, más cultos, más poetas, más libres. No tenemos esas estúpidas obsesiones con la bandera y paridas similares (bueno, los hay que sí, pero no representan la mayoría con la que nos encontramos en ese territorio comanche llamado USA).
Dando 14 premios a una película, con la consiguiente condena a la sombra de otras, no hacemos ningún favor a nadie. ¿Qué narices de oportunidades van a tener todos los demás? ¿Qué clase de academia es la que tiene el cine español? ¿Es eso fomentar el cine español? ¿Es ése el tipo de industria al que se aspira: un gran monstruo que se coma a todos los demás? Sería como si en música sólo se hablara de Los Beatles (que, dicho sea de paso, me encantan). ¡Sería insoportable!

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