domingo, 27 de enero de 2008

La invasión de los ladrones de cuerpos, 1956


Quiero hablar de la película La invasión de los ladrones de cuerpos. Su título original es The Invasion Of The Body Snatchers, y es del año 1954. El director es Don Siegel y el actor principal es Kevin McCarthy, acompañado de Dana Winter. Me lo he pensado varias veces antes de ponerme a ver la película. Se trataba de una copia editada por Suevia, casa a la que tengo miedo. Casi todos sus productos proceden de copias pésimas, con audios horribles y peores videos. En esta ocasión el video ha resultado muy bueno, al menos para mi modesto parecer. Pero el audio... ¡una mierda! Mi copia tiene dos pistas. La española y la inglesa. La española presenta el típico audio plano español de los años 50, sin picos ni matices, acaso demasiado agudo, con cierto aire de radio de transistores; eso sí, con esas excelentes voces que tan bien suenan y tanto gusto da escuchar. Pero un servidor se decanta por la versión original en inglés. ¿Qué le han hecho? Me da la impresión de que los técnicos han debido pasar un buen rato retocándola en el laboratorio. Una escucha poco atenta con auriculares suena, por momentos, como un mp3 de escasa resolución, lleno de interferencias electrónicas fruto de tanta manipulación y tanta ecualización mal hecha. Un constante zumbido grave, muy molesto, ha echado a perder una muy buena película.
Sobre el argumento: el doctor Bennell regresa a su pueblo, Santa Mira, allá por California. Una vez allí, comienza a observar que el comportamiento de sus vecinos es cada vez más extraño. La clave para definir esa extrañeza es la falta de sentimientos de aquellas personas afectadas por algo inexplicable, que resulta ser algo así como un intento de invasión alienígena. Tal dominación se va a llevar por medio de unas vainas gigantes que se colocan junto a los seres humanos. Mientras estos duermen, de las vainas brotan criaturas de idéntico aspecto a los humanos, con los mismos recuerdos mas carentes de sentimientos. El doctor y su novia se empeñan en hacer saber al mundo esta supuesta invasión.
La película participa de la cinematografía de serie B de los años 50: economía de medios, agilidad interpretativa, complicidad del espectador ante lo que hoy en día consideraríamos ingenuo (las vainas parecen atrezzo de obra de fin de curso escolar), banda sonora impresionante pero no apabullante... Inteligencia cinematográfica combinada con talento. Pero hay una cosa con la que me quedo, y que ya la he mencionado: la economía. La película cuenta en menos de 80 minutos una historia que, seguro, George Lucas, Steven Spielberg o el absurdamente idolatrado Jackson (tan absurdamente como, dicho sea de paso, George Lucas, cuyo mayor mérito para la historia, desde mi punto de vista, ha sido potenciar la figura de Campbell) joderían en mierdaproducciones de 3 horas de duración, generadoras de almorranas y dolores de cabeza. Digo, por tanto, que uno de los encantos de la película es su duración: menos de 80 minutos, en los que un brillante guión nos lleva a través de la lucha de un hombre contra toda una idea de sociedad. Y, algo que particularmente me gusta mucho más, con capacidad para hacernos pensar nuevamente sobre qué significa ser humano. En Blade Runner los replicantes querían tener ser sentimientos para ser humanos; aquí, en La Invasión, lo que se anhela es la eliminación de los sentimientos. En Total Recall (Desafío total) los recuerdos son lo que marcan nuestra existencia. En El sexto día, con una envoltura de película de acción-ciencia ficción, se nos hace ver que en la duda está la auténtica razón de nuestra existencia (y muchas otras cosas que ahora no proceden). Todo eso, y mucho más, aparece en La invasión: la lucha de un hombre para evitar el robo de recuerdos, el borrado de los sentimientos, sin cuya presencia en nuestro cerebro seríamos otras personas.
Es fácil vivir sin sentimientos, pero a la larga resulta imposible. Necesitamos de la duda, de la sorpresa. Tal vez, caso de dejarnos llevar por la invasión de las vainas, por el plan de una existencia sin sentimientos, desaparecerían muchos de nuestros problemas. Pero... ¡nos encanta dudar! ¡nos encanta meternos en líos! ¡nos encanta tener sentimientos aunque tan sólo sea para meter la pata! ¡Viva el error!

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