viernes, 4 de marzo de 2005

Presentación del Capitán Centollo

Esta entrevista apareció originalmente en El Suplemento Artístico de las Aguas Temperadas, publicación que, dadas sus características, consiguió concertar una cita con el Capitán Centollo en su retiro. No es muy dado a encuentros con la prensa y por ello este documento que a continuación te ofrecemos tiene un valor muy especial.

No cuesta mucho encontrar el hogar del Capitán. Además, los lugareños no tienen ningún inconveniente en llevarte hasta la misma puerta del refugio del Capitán. Eso sí, antes te has tenido que dejar invitar a algo en el pintoresco bar que regenta Santiago.
"El Capitán baja por aquí de vez en cuando. Cualquiera que le viera no sabría que está delante de toda una personalidad". Todo el mundo quiere tomar parte en la conversación y más de uno asiente cuando Santiago dice que "la verdad es que si bien siendo cierto tambiés es al tiempo lo contrario no sabemos muy bien quién es el Capitán. Quiero decir que afirmando que lo que no niego es verdad que pocas veces cuenta cosas de su vida, a no ser frases que a veces nos cuesta entender y sobre las que nos pegamos hablando días y días". Una chica que se ha sentado a mi derecha dice, como si hablara a toda la gente que se ha congregado en el bar de Santiago: "Pero es un ser muy especial y, aunque no sabemos a ciencia cierta quién es, se le quiere mucho". Santiago añade la guinda al comentario: "Todos tenemos derecho a guardar nuestros secretos, ¿no?, y él tiene secretos, igual que tú, y que tú", dice al tiempo que me señala con el tenedor que, con una croqueta de jamón desafiando a las leyes de la gravedad, sujeta en su mano izquierda mientras la clientela aplaude y vitorea a Santiago.

El refugio del Capitán Centollo está muy iluminado. No le falta luz, si acaso le falta espacio, bueno, y puestos a ser exigentes, creo que le falta luz, ¡pues claro que sí que le falta! La pequeña superficie en la que vive está plagada de libros, folios, fotografías, cartas que, como él mismo nos dice, "siempre respondo, aunque sea tarde. Hay gente que nunca responde, aunque le escribas dos cartas en una semana". Es un espacio desordenado, "creo que es un reflejo exacto de mi cerebro de y de mi modo de entender el mundo".

El Capitán Centollo va despeinado y las ropas con las que viste no son precisamente de gala. La barba de varios días le da cierto toque intelectual. "Dicen que tengo esas pintas ", corrobora él mismo con un tono que demuestra gran sentido del humor, no exento de una panoplia y un autoconsetimiento lejanos de la ficción más increíble.

¿De dónde viene el Capitán Centollo?
No vengo de ninguna parte, además no creo que eso sea relevante para los contenidos de este reportaje. De todas formas, no creo que tenga un lugar específico. Tengo más bien un marco mental al que volver, al que mirar cuando estoy perdido. A veces, ese marco mental no es sino un poema, o una canción, o un acorde de guitarra, de esos tan intensos tipo bossa-nova.

¿Y sabe dónde va?
Creo que te podría responder lo mismo de antes. No voy hacia ningún sitio en concreto. Sí que te puedo decir que nunca me detengo, que avanzo. De vez en cuando me gusta detenerme a tomar aire, o a mirar a la gente, o a escuchar lo que dicen. Muchos de mis escritos no tienen nada de original, no dejan de ser transcripciones de lo que la gente dice cuando va a la compra.

Pero entonces, ¿cuál es su grado de contacto con el mundo real?
Dependiendo de qué es lo que tú entiendas por mundo real. En este momento mi mundo real eres tú y la conversación que estamos manteniendo. Por eso, si para ti el mundo real es el mundo de la civilización, los ruidos, las prisas, los sinsentidos, y esos rollos, entonces, creo que vivo bastante alejado de lo que tú entiendes por mundo real.

¡Alguna vez tendrá que acudir a él!, ¿no?
Siempre se cuela por el buzón en forma de problemas con instituciones como bancos, o invitaciones a dar charlas a universidades podridas. Siempre cabe decir que no a ese mundo, pero me da la impresión que ese no a veces se transforma en un paso hacia la muerte y el ostracismo.

¿Cuáles son sus actuales campos de investigación?
Últimamente estoy enfrascado en el conjunto de sonidos emitidos por el mejillón en cautividad.

Debe resultar apasionante. No puedo esperar a oír más y más datos…
La verdad es que este tema me está cambiando el sentido de la vida.

Sí, basta con mirarle a los ojos. Emiten un destello como nunca he visto en ojo de ser humano. Y mire que he entrevistado a gente…
Sí, es cierto. El brillo en los ojos me sirve para ligar.

En ese momento, el Capitán Centollo se levanta de su silla y se dirige, sorteando pilas y pilas de libros, hacia un pequeño armario. Lo abre y el espectáculo que se ofrece a los ojos del entrevistador es el del caos. De entre todo ese desorden, el Capitán saca un pañuelo que lleva grabadas las iniciales IAL, junto a una dirección, un número de teléfono, una dirección de Internet, una lista de instrucciones para actuar en caso de tragedia, además de una dedicatoria a la que le sigue la firma IAL. Del fino pañuelito de seda cuelga una etiqueta en la que se puede leer: Manual Instruccional del Pañuelo Jarrafonte. La emoción parece estar embargando a nuestro querido personaje. "Ya me disculpará", me dice, "pero es que siempre me acuerdo de ya sabe usted quién". IAL, ¿quién sería IAL?

¿Ha descubierto el sentido de la vida?
Sí, y se lo voy a explicar.

El Capitán, a la vez que se suena las narices va dándome las claves de la vida. Entre oink oink y bocinazos, sus palabras emiten sabiduría. "Estos pañuelos son muy suaves, y no me irritan", creo entender. O ¿acaso ha dicho "enritan"? Entre oink oink y bocinazos, digo, me cuenta el sentido de la vida. "Verás, hay siete niveles", o algo así, me procede a explicar. Lo que pasa es que, entre los oink oink y sus bocinazos no he entendido nada. Pero... ¿dijo "enritan"?

Ya entiendo.
Pues si tiene presente todo esto que le digo, ya verá que bien le va.

Claro, claro, a sus órdenes mi Capitán.
Descansa hijo, descansa.

Me estaba hablando de su estudio del mejillón…
Sí. Desde aquí quiero dar las gracias a la Comunidad Europea, que me ha concedido una ayuda de 300 millones de pesetas para llevar a cabo este proyecto.

¡¡300 millones!! ¿No es demasiado?
Sí, lo sé. Un buen día se me ocurrió escribir una carta. La dirigí a Europa y dije: "Hola, quiero 300 millones para estudiar el mejillón en cautividad". Me respondieron. Lo malo es que dentro de cinco años tengo que dar un informe.

Claro, no se puede tener todo…
No, es cierto. Pero si se intenta, quién sabe…

El triste momento de la despedida llegó, muy a pesar. Mis dudas sobre si me ofrecería algo para comer o para beber quedaron resueltas: no me ofreció un mísero vaso de agua. Pero era el Capitán, y todo se le perdona.

Bueno, mi Capitán, me temo que me tengo que ir.
Ya estás tardando.

¿Cómo describir la emoción de haber hablado con el Capitán Centollo? No hay palabras. Intenté imitarle, y por ello, cogí un sobre y escribí en él A la atención de Europa. Dentro puse una carta: Hola Europa, soy amigo del Capitán Centollo y también quiero lo mismo que él. La respuesta no tardó en llegar. A las dos semanas recibí un paquete que, tras haber abonado 600 pesetas en concepto de gastos de envío, contenía un banderín y un llavero, además de una carraca y un póster de una casa rural del norte de Alemania. Está claro que el Capitán Centollo es único.

¡¡A sus órdenes, mi Capitán Centollo!!

Fondo de Salud Media y Aguas Temperadas Higiénico Sanitarias.

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