sábado, 9 de diciembre de 2006

El Perfume

Acabo de llegar de ver la película El Perfume. La sala estaba abarrotada. Por suerte, conseguimos las entradas pronto. Con todo, la localidad no era muy buena. A mi derecha, un gilipollas encendiendo el dichoso teléfono móvil cada dos por tres para, digo yo, comprobar si algún neurótico como él había llamado. Este hombre iba acompañado por una mujer que, nerviosa ella, liberaba su tensión frotando una bolsa de plástico y abriendo, muy lentamente, caramelos.
La película me ha parecido mala. Y creo que hay dos factores básicos. Uno de ellos es un horrible actor principal, cruce de Farruquito + Antonio Banderas famélico, que en algunas escenas da verdadera risa (luego iré a ello). El otro factor: la ambientación sonora. Me ha parecido muy inadecuada la partitura, totalmente inapropiada con las imágenes.
Decía que en alguna ocasión el actor este (Ben Whishaw) daba risa. Por ejemplo, en la escena en la que, próxima su ejecución (no chafo el final porque la película comienza con la noticia de su ejecución), se pone a manejar las masas está simplemente ridículo... Ahora el cruce se produce entre Bunbury y Farruquito. ¿Qué vas a decir de una película en la que el público se ríe en un par de escenas supuestamente dramáticas? No digo cuáles para no predisponer.
Hay momentos interesantes, claro. Por ejemplo, todo el comienzo. La ambientación visual del París de aquellos tiempos pre-revolucionarios me parece muy buena (no estuve allí, así que no puedo opinar), con claro énfasis en destacar las grandes diferencias entre las diversas clases sociales y las radicalmente distintas entre sí zonas de la ciudad. La actuación de Dustin Hoffman (que recuerda peligrosamente a Miliki en muchos planos) y, sobre todo, Alan Rickman, salvan, a mi modesto parecer el conjunto. No obstante, hay momentos en los que Hoffman-Miliki da a su personaje un toque de cuento infantil. Y creo que ahí radica gran parte del fallo de la película: muchas veces se recibe la impresión de estar asistiendo a la escenificación de un cuento y no de la tragedia (en el más puro sentido clásico de incapacidad para poder enfrentarse al destino y al absurdo dictado de los dioses) que Jean-Baptiste Grenouille lleva desde el mismo día en que nace (¿le habrá pasado Patrick Süskind a los herederos de Charles Dickens parte de los royalties? El arranque trágico es puro Dickens, a mi parecer...).
A destacar igualmente, por el hábil uso de la cámara y de los decorados, la escena en la que, tras una reprimenda por parte de su padre (el personaje de Alan Rickman, celoso de la seguridad de su hija, quien baila alegremente), la hija (linda Rachel Hurd-Wood) huye llorosa y se pierde entre las calles abandonadas de la ciudad. Me parece más que digno el modo en que se filma la escalera -más bien una calle empinada con escalones- y el simbolismo que lleva consigo ver a la hija abrazada al padre arriba, en la luz, mientras el asesino permanece agazapado abajo, en la oscuridad. De todas formas, prefiero las calles de muchas otras películas, como es el caso de Breve Encuentro (el callejón que pasa por encima de la estación de tren, la rampa que comunica los andenes en la estación...), mucho más modestas y mil veces más efectivas.
Cuando terminé de leer el libro, me afané en buscar los olores a todo y a todos. Cuando terminé de ver la película me afané en contener mi cabreo ante 6 euros perdidos. Si lo llego a saber, me la descargo.
4/10

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