miércoles, 31 de mayo de 2006

L'Eclisse (Antonioni, 1962)

Me gusta la luna, contemplarla. Me asombra pensar que lleva allí tiempos y tiempos y que seguirá por los siglos de los siglos, desafiando las estúpidas profecías de The Time Machine, 2002, dirigida (por decir algo) por Simon Wells. En tal sucesión de imágenes con movimientos nos pintaban un futuro en el que la luna se había quebrado (no recuerdo la razón ni quiero saberla). De esa manera, en lugar de cuarto creciente la humanidad podía extasiarse ante un cacho creciente, o cacho menguante. ¿Cómo serían las mareas? Seguramente cómo las duchas en las casas de familias numerosas: ahora cae mucho, ahora no, ahora sí y ahora tampoco. Dejemos este desvarío para otro momento y pasemos a otro.
Me deleité el fin de semana pasado con una increible película. Iba a poner "vi" pero tenía dudas sobre el acento. He resuelto mis dudas: no lleva acento (me quedan pendientes otras dudas, pero no tienen que ver con esto y no me las resuelve un diccionario). Hablo de L'Eclisse. La dirigió Antonioni en 1962 y tiene por principales protagonistas a Alain Delon y a Monica Vitti. Él es un agente de bolsa que vive única y exclusivamente para su trabajo. Vive enganchado al teléfono, comunicándose con la gente por gestos, gritos, mensajes cifrados, textos incompletos cuya finalidad es tratar de encontrar una clave para hacerse el más rico en la Bolsa. En el Mercado de Valores es el amo. Es capaz de, con una simple llamada, generar miles y miles de liras. Es un triunfador capaz de descifrar los mensajes ocultos de las cifras. En ese sentido, ¿por qué no?, estamos ante un gran mago que es capaz de transformar en dinero las palabras, los gestos, los gritos. Es alguien, al tiempo, incapaz de entender el lenguaje de las miradas, el lenguaje del amor.
Ella, por su parte, representa a una mujer que acaba de salir de una relación más bien violenta con un personaje interpretado por Paco Rabal (tiene un pequeño gran papel al comienzo de la película que sirve para marcar gran parte de la psique del papel de Vittoria, el papel de la Vitti). Ella también tiene que ver con el mundo de los mensajes: trabaja como traductora. A pesar de todo, ni él ni ella son capaces de crear un mensaje coherente. Su relación está condenada al fracaso. El entorno en el que viven es el entorno del fracaso. Los personajes no se comunican entre ellos, se lanzan mensajes nomás, pero... ¿qué generan esos mensajes?
El director, por medio de una serie de repeticiones, quiere hacernos ver (o al menos así lo he visto yo) que todo es cíclico, que todo se va a repetir otra vez. Y en el transcurso hacia esa "vuelta a empezar" (el Mito del Eterno Retorno, versión trágico-clásica) la muerte salta (esa absurda muerte, ahogado en el río, dentro del coche robado, del borracho que hurta el coche de Piero -Delon-, a quien le trae sin cuidado lo ocurrido ya que su única reacción es pensar qué coche nuevo se va a comprar), las separaciones, la vuelta al hogar es traumática (Vittoria descubre su habitación de infancia llena de porquería), el nido de amor se transforma con gran facilidad en centro neurálgico de operaciones financieras... No hay amor, no existe. Los seres van a continuar su existencia en soledad. Los planes de futuro se quedan en el pasado ahogados por un presente estúpido.
No hay luna. Ésta se halla en permanente eclipse. De hecho, lo más parecido a la luna son las farolas de la calle, que no dejan ver el cielo y lo único que hacen es alumbrar un desesperante panorama presidido por el vacío y la repetición carente de sentido.
La monotonía como único valor seguro.
P.S.: Me pareció encantadora la Vitti durante el baile africano. Está realmente guapa. Por otro lado, es interesante comprobar cómo el único momento de felicidad real de Vittoria es en compañía de mujeres al son de ritmos tribales. Paso la pelota a los psicoanalistas y feministas, quienes tendrían mucho que decir en torno al hecho de que la mujer se llame Vittoria. No obstante, me pregunto: ¿hay algún vencedor?

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