jueves, 16 de noviembre de 2006

Algo que tal vez continúe #24


Suena el teléfono. No lo puedo atender. Estoy trabajando. Detesto el trabajo. Detesto que mi rutina dependa de la rutina de los demás. Detesto tener que estar presto en un sitio a tal hora simple y llanamente por a ese ser imbécil hoy le apetece dormir un poco más y se cree con derecho a cambiarme la hora. Su sueño es mi dinero. He de callar. He de seguir adelante hacia alguna parte. No sé dónde quiero ir, pero sé que sí quiero ir. Me escapo quince minutos del trabajo, a hurtadillas, en silencio, a espaldas de todo el mundo. Miro el teléfono. Veo la llamada de antes. Una llamada sin contestar. Alguien viene. Espero que no sea alguien dispuesto a molestarme. No tengo ganas de hablar. Miro de quién es la llamada. No conozco ese número. Lleva un prefijo de otra provincia. Me avisa el teléfono y me dice que alguien ha dejado un mensaje en el contestador. Voy a escucharlo. Quiero silencio. Una voz de robot me dice que tengo un mensaje. Ya lo sé. ¿Cuántas veces más me lo van a decir antes de que finalmente lo escuche?

Es ella. Su voz. El color de sus ojos viene a mi mente. Su cabello. El tacto de su piel. Su risa. Deseo verla. Deseo estar con ella otra vez. Se detiene el tiempo. Debo contener mi alegría. Me cuesta. Sobre todo su risa. Sus movimientos de mano. Sus coletillas al hablar. Sus promesas divertidas. Sus inesperadas salidas. Miro a mi alrededor. Parece como si todo se hubiera detenido. Repito el mensaje. Sus andares. Sus gestos. Sus peticiones. Sus deseos. Ella. Mi deseo. Ella. Nuevamente ella.

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