miércoles, 30 de enero de 2008

Algo que tal vez continúe #39

En mi afán por controlar el mundo he descubierto que todo me va mejor si siempre me levanto a la misma hora. Sólo así mi cuerpo puede funcionar y llevarme donde yo le pido. Ahora quiero que me lleve a conocer a esa mujer que me encontré el otro día en mis sueños, tras tomarme una pastilla de las queme dan aquí. Creo que en esta ocasión era de color rojo. No sé quién es esa mujer, por lo que he de inventarla. Hasta ahora he dicho cosas de ella. Pero no es ella de quien quiero hablar. Tú ve leyendo. Esperaré a irme adormilando, a perder la orientación, a olvidarme de estas paredes que me sujetan. Cuando pierda la cabeza, introduciré en el texto a esa mujer que aún no existe. Antes de sentarme a escribir he de inventarme impresiones. Mezclaré recuerdos y ensoñaciones, fantasías y pesadillas, pastillas de color rojo con las de color amarillo. Sólo intento transmitir y contagiar algo. ¿El qué? No es fácil de explicar. Sólo creo que estoy siendo víctima de una urgencia inexplicable. Aunque me temo que a usted no le interesa lo más mínimo el conjunto de experiencias, sensaciones, hábitos, hálitos, pensamientos, ensimismamientos, roces, goces, olores, dolores, sueños, pesadillas, angustias, sonrisas, gustos, disgustos, golpes, toses, nostalgias, aerofagias, esperanzas, alegrías, amores, odios, tufos, apegos, arpegios, rencores, temblores, escozores, picores, resquebrajamientos, resentimientos, presentimientos, emociones, aflicciones, risas, carcajadas y similares que han originado este conjunto de impresiones y que pueblan mi cabeza en este momento. Limítese a leerlo y si le produce alguna sensación, me sentiré feliz. Si no, le aseguro que no lo lamentaré. Comprendan además que esto que escribo tiene color rojo, como la pastilla que me acabo de tomar. Otro día escribiré azul.

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