NI HABRÁ UN FUTURO EN EL QUE DEJEMOS DE EXISTIR.
Bhagavad Ghita
Pasar las páginas de La lluvia amarilla es sumergirse en la caricia de las palabras. Pero es una caricia dolorosa, trufada de muerte. Entronca esta novela, de placentera lectura, con aquellos textos que están narrados por muertos desde la muerte. Hay muchos de ellos, aunque ahora sólo me vienen a la cabeza textos cinematográficos: Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses), American Beauty, All That Jazz... Todas ellas están narradas desde la muerte, como esta

La niebla lo cubre todo, y cuando entonces es la nieve, y cuando entonces la lluvia amarilla de las hojas que caen de los árboles. La leyenda flota en el aire, la magia, la tradición. La muerte se queda en la piedras, que no hay que coger si quieres seguir vivo. Los árboles más tupidos son los más mortales y, cual Edén bíblico, gozar de sus frutos lleva consigo la expulsión del paraíso.
El silencio es el protagonista absoluto. Es la perra la que más sonidos genera, aquélla cuyos ojos más emociones transmiten. El silencio es roto por respiraciones estentóreas transmisoras de agonía.
La muerte nos iguala a todos. Hasta en la historia de la perra la infernal parca ocupa más palabras que la vida.

P.S.: Aconsejo, tras la lectura del libro, una vuelta por esta página de internet:
http://www.educa.aragob.es/iescarin
Una vez allí buscar la entrada de la fecha 26/05/05. Se trata de unas fotografías realizadas por unos estudiantes de los parajes en los que se ubica el texto.
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